Los movimientos de masas de agua, las corrientes marinas del Mediterráneo, condicionan los procesos que ocurren en el Mar Mediterráneo; y con ello la vida y los comportamientos de los seres vivos que viven cerca o dentro de él.
La climatología existente en el Mediterráneo hace que este sea una cuenca de concentración. Debido a los vientos y a la insolación, en el Mediterráneo se produce una elevada evaporación. Esta evaporación es inferior al aporte de agua realizado por los ríos y la lluvia. Esta situación hace que el Mediterráneo tenga un déficit hídrico crónico; que se compensa con la entrada de agua del Atlántico a través del Estrecho de Gibraltar de tan solo 14,24 km.
Esta compensación hídrica sucede también pero en menor medida desde el Mar Negro por los Estrechos de Bósforo y de los Dardanelos; y desde el Mar Rojo por el Canal de Suez.
El agua procedente del Atlántico es menos densa y menos salada. Esto provoca un flujo de agua hacia el Mediterráneo en una capa superficial del unos 125 m y a una velocidad de entre 2 y 3 nudos; generando una corriente de caudal entre 63 y 146 km3/día.
Del mismo modo se genera una corriente de salida de agua más salada desde el Mediterráneo hacia el Atlántico en capas inferiores.
Este intercambio de agua de diferente salinidad entre el Atlántico y el Mediterráneo es vital para su supervivencia.
El agua que entra en el Mediterráneo es más superficial y por lo tanto más cálida; por eso se puede considerar que el Mediterráneo importa calor del Atlántico y le exporta la sal que le sobra.
Esta corriente principal que entra al Mediterráneo va pegada a la costa africana debido a la fuerza de Coriolis. Se bifurca varias veces dando lugar a sistemas de corrientes ascendentes hacia el norte en diferentes puntos: Mediterráneo noroccidental (costa oeste de Córcega y Cerdeña), mar Adriático, y zona de Chipre.
Posteriormente vuelven a descender haciendo una circulación ciclónica, en sentido contrario a las agujas del reloj.
Esta dinámica conforma las corrientes marinas del Mediterráneo.
Corrientes de Baleares
El agua que llega del Atlántico y recorre la costa africana, se bifurca hacia el norte por la costa occidental de Córcega y Cerdeña. En este recorrido sufre una evaporación y un calentamiento volviéndose más salada y más caliente que la que entra por el Atlántico.
Por esta razón este agua vuelve a fluir hacia el Golfo de León, la costa catalana, y a través de los canales de Ibiza y Mallorca, de nuevo hacia el mar de Alborán.
Con frecuencia aparecen remolinos anticiclónicos en el Golfo de Valencia. Durante periodos a veces de meses, ocupan el canal de Ibiza. Esto obliga a que la corriente del norte retorne hacia el norte por la costa norte de Mallorca; dando lugar a la llamada corriente balear.
Estos remolinos pueden provocar que las aguas del Atlántico que fluyen hacia el norte por los giros de la corriente que entra por el Estrecho, retornen hacia el sur por el canal de Mallorca.
Debido al reducido tamaño de la cuenca del Mediterráneo, y al pequeño canal de comunicación con el Atlántico; el mar Mediterráneo tiene unas mareas reducidas de unos 40 cm de media; siendo estas más elevadas a medida que nos acercamos al Estrecho.
Es por esta razón que a veces, variaciones de nivel producidas por cambios de presión atmosférica o de la constancia de determinados vientos, sean más importantes que las producidas por las propias mareas.
Esperamos que os haya gustado nuestro artículo sobre las corrientes marinas del Mediterráneo y que nos deis vuestra opinión en los comentarios.
¡Hasta pronto marineros!